Capítulo 3.
CAPITULO 3.
“Ahora bien,
si poco a poco dejas de quererme
dejaré de quererte poco a poco.”
si poco a poco dejas de quererme
dejaré de quererte poco a poco.”
Si tú me olvidas, Pablo Neruda.
UN AÑO
ANTES. VÍCTOR.
Una tranquila y nublada mañana de Mayo, Víctor levantó la
vista del ordenador y se quedó mirando el jardín de su casa, en Barcelona,
dejando volar a su mente. Tras él se alzaba un pequeño caserón que había
pertenecido a su tatarabuelo y que aún conservaba su familia como un hotel. De
hecho la idea fue de él que se negaba a dejar que por el descuido y la falta de
atención se viniera abajo. Desde su infancia había veraneado allí y sus paredes
guardaban muchas primeras veces de la vida de Víctor.
Hoy
sentado en su habitación que además le gustaba utilizar como estudio pudo ver
como los rosales ya empezaban a florecer y en medio se alzaba una fuente de
piedra en la que se alzaba una sirena perfectamente esculpida que desde pequeño
le fascinaba a él y a todo el que tuviera ocasión de verla. Si agudizaba bien la vista en la lejanía se observaba la
ciudad e incluso se podía distinguir la Sagrada familia. Víctor pensó que
pronto tenía que visitarla de nuevo, hacía tiempo que no subía a la ciudad y
empezaba a echarla de menos.
Sus manos golpeaban suavemente las teclas aunque a gran
velocidad algo extraño últimamente pues durante el último año apenas había
escrito aunque sus dedos parezcan
indicar lo contrario. Después de finalizar sus estudios a los 22 años, había
decidido escribir su primera novela. La pasión por la escritura le venía de
lejos, todos los miembros de su familia se habían dedicado profesionalmente a
ello. Él en cambio, llevaba años escribiendo cuentos infantiles que nunca se había
atrevido a publicar. En ellos plasmaba la historia de un pequeño aventurero “Ray”
que buscaba su lugar en el mundo a través de diferentes experiencias y viajes.
Trataba las emociones, la empatía, la amistad, el amor y otros muchos conceptos
de forma educativa.
En cierto modo este simpático personaje le recordaban a su padre, un diseñador de
éxito que había viajado por todo el mundo hasta que encontró a su madre, la
gran Maite Cape, una afamada escritora de novela negra. Él siempre solía
contarle antes de dormir cada uno de los lugares que había visitado y las
culturas y tradiciones de dichos lugares.
A los cincuenta y seis años su padre enfermó viéndose
obligado a guardar reposo en cama. Fueron tiempos difíciles en la vida de
Víctor que vio como poco a poco la vida de su padre se iba apagando y nada se
podía hacer para evitarlo. Tras su muerte su madre abandonó la escritura y emprendió
un viaje por Europa recorriendo los lugares a los que su marido había afirmado
volver algún día. Desde entonces todo lo que sabía Víctor de su madre era
gracias a las distintas postales que le enviaba con cierta frecuencia. Ahora se
dedicaba a la cocina y tenía interés por volver y establecerse en Madrid cuando
se jubilara.
Víctor en cambio soñaba con encontrar su lugar, encontrar
a la persona que le complementaría, su alma gemela, así juntos encontrarían el
equilibrio y formarían el Yin y el Yang perfecto, dos partes de un todo se
juntarían para formar una. EL AMOR.
Él si creía en el destino y sabía que un día llegaría. Lo
que no sabía es que el amor que tanto esperaba se encontraba a la vuelta de la
esquina y que pasaría a ser un equilibrista que se aferraría con uñas y garras
a su corazón para superar cada dificultad de ese camino lleno de piedras al que
tendría que enfrentarse si no quería resultar lastimado.
Ahora, a punto de publicar su novela y de abrirse paso en
un mundo tan difícil como es la literatura juvenil le asaltaban los miedos, las
inseguridades y empezaba a plantearse si realmente escribir le hacía feliz.
La escritura había sido siempre su vehículo de escape, su
motor de expresión. Cuando escribía podía abiertamente detallar sus
sentimientos enmascarándolos a través de su personaje que casualmente se
asemejaba bastante a él.
Al principio, le costó decidir la trama de su novela, no
fue hasta meses después harto de borrar y rescribir que halló la inspiración en
sí mismo. A medida que iba escribiendo más difícil le
resultaba separar la realidad de la ficción.
Ese día mientras observaba el jardín varias preguntas se
arremolinaron en su mente, ¿qué quería realmente demostrarse?, ¿qué iba mal en
su vida?, ¿se camuflaba entre sus personajes como una vía de escape a su propia
vida? En los últimos meses no dejaban de sucederse en su mente preguntas de este
tipo.
Es entonces, cuando a su memoria volvía la imagen de su padre.
La única persona que le hizo sentirse seguro y que creyó en él. ¿Podría alguien
aportarle de nuevo esa seguridad?
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