Capítulo 2.
CAPITULO 2.UN AÑO ANTES.
NAIRA.
- La vida es una mierda. Quizás
antes no porque lo tenía a mi lado pero ahora… Nada más levantarme he abierto
la ventana, no sé si serán cosas mías pero hasta el cielo tenía otro azul.
Los geranios de mi madre se veían tristes o era causado por la mala
visión de mis lágrimas. Tú siempre dices que no todo es negro ni tampoco blanco,
pero ¿Dónde está el gris? Desde el día en que se fue mi calendario tiene tachados
cada uno de los días de mi amargura. Levantarme, ir a clase, librería y noches
en el sofá llorando con el diario de Noa. ¿Por qué nos mienten? Con ello todo son
mentiras y engaños. ¿Dónde están esos chicos que se desviven por ti?, odio
cuando veo a las parejitas paseando felices agarrados de la mano ¿Crees que
podría denunciarlos?
- Naira, ¿te has oído? Olvídalo,
ningún tío se merece tus lágrimas y mucho menos que te vuelvas una loca y
solitaria vieja con mil gatos en casa. Y no, no puedes denunciar a alguien por
poner en el mundo un poco de amor real. Acéptalo Rael era un cabrón, no te
quería y te dejo por otra. ¿Cómo pretendes encontrar el color encerrada entre
estas cuatro paredes? Venga vístete y vámonos a Gran Vía que hay un sol
precioso.
Mientras escucho a Sofía me doy cuenta de lo patética que
sueno. Llevo tres meses llorando desde que Rael se fue de mi vida. Yo no soy de
las que piensan en el futuro constantemente, pero con él creo que fue
diferente. Me gustaba imaginar que algún día viajaríamos a algún lugar, donde
nadie nos conociera y nadie nos buscara. Un lugar donde podríamos perdernos
entre sus calles, sin prohibiciones ni restricciones de tiempo. Sin una madre
que controle todo lo que haces.
Ahora pienso en escaparme sola, en vivir lejos de los
recuerdos. Me vendría bien una ciudad como Londres, hace frio y a mí me gusta
el invierno. Es una estación que te permite ocultarte, nadie ve tus defectos.
Podría usar uno de esos gorros de punto que están de moda y esas botas altas
ajustadas a la pierna. Eso me recuerda al día antes de Noche Buena, yo iba de
la mano con Rael dando un paseo cuando no pude dejar de fijarme en una pequeña
niña sentada al lado de su madre, delante de ellas una caja de cartón repleta de
gorros. En la caja un enorme número uno, me acerque a ellas y puse unas monedas
encima de la caja. La mujer me agarro las manos y sonrió mientras miraba a su
hija, después me dio un gorro de color negro. Rael quería que me lo pusiera y
me hizo una foto, de fondo madre e hija miraban entretenidas la escena.
Continuamos
caminando hasta llegar al local de bachata de su tío, “Ginoco”. Era un pub
pequeño pero decorado con mucho gusto y a menudo podías encontrar a algunos
famosos que venían a practicar ese baile que tanto está ahora de moda. En general era tranquilo y la verdad, me
encantaba. Joel el portero nos dejo pasar mientras preguntaba cómo nos había
ido en los últimos exámenes y nos conto que Sheyla su mujer estaba embarazada
de nuevo, ya van cinco. Nos despedimos de él y entramos en el local, tras cruzar
la puerta la música nos envolvió, siempre me gustaba ir allí. No importaba la
edad, tampoco si sabias o no bailar. Raúl, el camarero levanto los pulgares a
modo saludo nada más entrar y enseguida empezó a preparar alguno de sus famosos
combinados. Yo era fan de su Caipirinha.
- Hola Naira, ¿Te animaras a
bailar conmigo hoy? Estoy deseando enseñarte unos nuevos pasos. Rael, tu tío te
espera en la barra, tengo que salir hoy antes y quiere que trabajes.
Rael me mira y me dice lo siento en voz baja, me besa y
señala una mesa cerca de la barra donde está su hermana Julia con su novio
Jaime. Me siento con ellos.
-
¡Hola cuñada!
- ¡Coño! ¿Qué haces tú aquí?...— Me
da un abrazo sujetándome tan fuerte que pienso que me voy a asfixiar.
Ella es la cabra loca de su familia, siempre tan impulsiva…
aunque ha llegado a triunfar en el mundo de los negocios tiene varias inmobiliarias
y agencias de viajes. Aunque si por algo destaca es por ser muy poco cuidadosa
con su vocabulario. Creció en un pueblo con sus abuelos al norte de Cáceres
llamado Piornal en el Valle del Jerte. Es un pequeño pueblo de origen celtibérico y gran belleza, pero ella le aborrecía echaba de menos su ciudad y sus amigos. No volvió a Badajoz hasta que fallecieron sus abuelos.
Busco con mi mirada a Rael, sé lo poco que le gusta la
bandeja y atender a los clientes, pero tiene tal admiración por su tío que
nunca puede decir que no. Al final de la barra lo veo hablando con una chica,
creo que la he visto por el bar en alguna ocasión pero nunca hemos cruzado
palabra con ella y no sabía que la conocía. Creo que va un año por delante en
bachillerato aunque tampoco estoy muy segura. No me gusta la forma en que lo
mira, aunque sé que no es el tipo de él dentro de tres meses hacemos dos años y
nunca ha mirado a otra que no sea yo. Pero no puedo evitar sentir celos,
llevamos una semana discutiendo últimamente todo lo que hago le molesta. Ha
dejado de mandarme mensajes a todas horas y tarda un montón en contestar a los
que le dejo yo pero no puedo culparle, sé que ha estado muy liado y estresado
con los exámenes.
Dentro de dos semanas habrá un festival de música en Elvas
y llevo meses esperando para regalarle las entradas, quiero dárselas el día de
navidad. Le he organizado una cena en la librería, mama ira a Barcelona unos
días para ver a papa, llevan un tiempo intentado volver tras el distanciamiento
que sufrieron hace unos meses, cuando de hecho estuvieron a punto de separarse.
Esta noche iré a preparar la mesa, le he escrito una carta en la que le
agradezco estos dos años, repaso mentalmente la carta una vez más, quiero que
todo esté perfecto.
Tú eres la persona que me
ha hecho creer en el amor y en los cuentos de hadas. El amor es vida, alegría,
ilusión, compañía, abrazos, caricias, locuras. El amor eres tú.
Llegaste a mi vida cuando ambos éramos dos niños ingenuos de
catorce años, una tarde llegaste con tu prima Marta a la Alcazaba donde siempre
quedamos la pandilla de amigos, acababas de llegar de Galicia y llevabas una
camiseta con el logotipo de Star Wars y la típica frase “que la fuerza te
acompañe”. Por aquel entonces a penas nos conocíamos y recuerdo que pensé que
eras un friki (ya ves, seguro que ahora te ríes diciendo que la friki soy yo y
no es mentira).
Poco tiempo me hizo falta
para darme cuenta de que tenías algo especial, disfrutaba escuchando tus
anécdotas y no podía aguantarte ni la mirada de la vergüenza. Cada tarde ponías
la excusa de vivir cerca para acompañarme a casa y tener así unos minutos para
disfrutar juntos. Recuerdo que un día te desviaste del camino, íbamos por Menacho
y en vez de continuar hacía el barrio de Valdepasillas me llevaste a la Avenida
de Europa te sentaste en un Coffee Shop y sin preguntarme pediste dos
capuchinos y tortitas con caramelo y nata. Yo no entendía muy bien de que iba
la cosa pero te seguí el rollo y como
no, disfrute de la merienda. Hablamos durante horas y confesaste que estabas
comenzando a sentir algo por mí.
Después de esa tarde, comenzamos a poner excusas para irnos a
casa antes pero realmente íbamos de un lugar a otro de la ciudad para pasar un
buen rato. Y un día llego, nuestro primer beso. Juro que ese día el gusanillo
que sentía por dentro hizo la metamorfosis en un segundo y se convirtió en
hermosas mariposas. Comprendí que eras lo que quería en mi vida y no podía
dejar de intentarlo contigo.
Después grabaste un corazón en un árbol (típico de la edad) e
inventaste ese juego al que no hemos dejado de jugar, el de las sorpresas
improvisadas. Recuerdo que me tapaste los ojos, pediste que confiara en ti y avanzamos
poco a poco por el parque del río dónde habíamos ido a pasar la tarde del sábado.
Me diste dos vueltas y note que te alejabas, al principio me asuste pero luego
oí tu voz en la distancia y como me decías que podía destapar mis ojos. Ante mí
había un camino delimitado con monedas, me agache y las fui recogiendo, para mí
sorpresa en ellas estaban grabadas nuestras caras (como si fuéramos reyes), sin
duda me hiciste sentirme una princesa, poco a poco avancé hasta llegar al final
del río donde desemboca y se funde con
la naturaleza. Sin duda, mi lugar favorito de Badajoz. Allí había una especie de embarcadero y me quedé
sin palabras al verlo cubierto de globos, lo atravesé y en medio acabó el
camino de monedas justo delante de una pequeña cestita donde un pequeño gatito
rodeado de rosas amarillas me miro buscando carantoñas. Supe que instantáneamente
me había enamorado de ese gatito. Mi segunda sorpresa fue la nota que se
encontraba anudada en el cuello del pequeño gatito: Quizás el destino te puso
ante mí, pero sé que no quiero dejarte ir.
Contigo cada momento ha sido mágico y hoy unos meses después
solo quiero recordarte que sigo aquí que no me he ido y que yo tampoco quiero
que me dejes ir, quiero que me agarres bien fuerte y no me sueltes aunque venga
un huracán. Te quiero. Feliz Navidad, mi amor gracias por todo.
Junto con la carta he guardado una foto de Peige (el gato)
y yo, junto con una cadena en la que cuelga una de las monedas de aquel día. Dejo
de pensar en la sorpresa cuando me doy cuenta de que Rael ha salido de la
barra, debe de estar cambiándose en la oficina. Julia, en la pista, baila con Jaime
la canción Llévame contigo de Romeo
Santos. Me encantan sus canciones y me las sé todas de principio a fin, por
ello empiezo a tararear la canción:
Solo recuerda si me dejas no se vale,
te sugiero por favor:
Llévame contigo, no aguanto la aflicción,
Llévame contigo, no seas malita y no, no,
Llévame contigo, y si te vas de vacación.
te sugiero por favor:
Llévame contigo, no aguanto la aflicción,
Llévame contigo, no seas malita y no, no,
Llévame contigo, y si te vas de vacación.
Alguien me abraza por la cintura y me da un beso en el
oído. Le encanta hacerme de rabiar y sabe lo mucho que el ruido me molesta en
el oído. Pero no puedo evitar reírme y girar hacia él. Me ofrece la mano
haciendo una reverencia como si estuviera en alguna corte hace siglos y después
me lleva a la pista cerca de donde baila su herma y me atrae hacía él. Inspiro
su olor y me recuerdo una vez más lo afortunada que soy por tenerlo conmigo.
Pasan varias canciones y nos avisan de que es hora de cerrar bar. Tras
despedirnos de todos, Rael me acompaña a casa. Por el camino hablamos sobre la comida
de mañana, hemos convencido a nuestros padres para que comamos todos juntos
antes de que mama se vaya.
Al llegar a casa le invito a pasar pero tiene prisa, por
eso me da un beso y se va. Me quedo parada mirando el cielo oscuro de Badajoz,
esta noche las estrellas están ocultas por la contaminación. En noches como
estas odio no poder verlas, recuerdo que
cuando era pequeña cada verano mama me llevaba con su familia a Barcelona.
Me encantaba tumbarme de noche en la playa y mirar junto a ella las estrellas. Siempre me ha gustado ese recuerdo, algún día lo repetiré
con mis hijos y en mi cabeza a mi lado aparece siempre él.
Me meto en la cama y programo la alarma para las nueves,
mañana es un día largo y estaré todo el día en la librería. Ahora aumentan las
ventas, los últimos rezagados vienen buscando un regalo de última hora. Me
encanta hablar con los clientes acerca de los nuevos libros, les ayudo a buscar
un regalo único que se asemeje a sus gustos, que cuadre con la personalidad de
la persona que finalmente lo leerá. Mama siempre me dice que los libros guardan
la esencia de aquellos que los escriben y podemos llegar a conectar con ellos. Poco
a poco me dejo abrazar por Morfeo.
Alguien me zarandea, a mi lado Sofía me mira se ve seria y
preocupada. Yo me sobresalto al principio pero luego entiendo que me he quedado
perdida en mis pensamientos durante un rato y no he atendido a nada de lo que
ella me ha dicho. Me disculpo y miento de lo contrario empezará a decirme que
tengo que olvidarlo, que no merece la pena recordar lo que pasó, que no me
torture.
- No seas tonta, estoy
perfectamente solo pensaba en que ponerme para salir. Hace tiempo que no voy a
un lugar lleno de gente y no quiero parecer una tonta llorando por las
esquinas.
- Oh venga, eres preciosa y lo
sabes. Ponte uno de esos jeans ajustados que tanta envidia me dan. ¿Sabes?
Podrías ser modelo y nosotras estaríamos invitadas a todas las fiestas más chic
de Madrid. Por fin saldríamos de esta ciudad y seriamos famosas.
- Sofia despierta, ni por un
millón de euros me pondría delante de una cámara que vergüenza.
Me visto rápidamente. Entonces el temor vuelve, no, no
puedo hacerlo, no puedo enfrentarme a las miradas, a los susurros sobre la
pobre chica que se rompió tras su ruptura. Sacudo la cabeza como si así
expulsara esos pensamientos, no puedo vivir encerrada eternamente o me volveré
loca. Respiro profundamente. Sigo pensando que escapar no sería una mala
opción, podría viajar, ¿por qué no Nueva York? Si, es una buena opción. Nadie
me conocería, nadie me juzgaría y allí nunca lo vería de nuevo. Pero en la vida nada es tan fácil, no podría
salir del país sin un permiso firmado por mi madre y eso nunca pasaría, tampoco
tengo dinero, no tengo nada.
No lo descarto para el futuro, me imagino paseando por
Central Park un sábado cualquiera después de trabajar en una pastelería, llevando
conmigo una magdalena de chocolate. Me
sentaría en cualquier banco y me pararía a observar a los transeúntes, siempre
he sido muy observadora.
La realidad es que ahora tengo que centrarme en parecer lo
menos hundida posible y demostrarle a Sofía pero sobretodo a mi misma que puedo
seguir adelante sin él, aunque por dentro sienta que solo es una mentira más.
Antes de salir busco en mi bolso un post-it y rápidamente escribo una nota avisando
a mi madre de que he salido con Sofía y no sé a qué hora regresaré para que no
se preocupe.
Nos dirigimos a la parada de la línea nueve y como siempre
me paro en el quiosco de María para saludarla y comprar una bebida.
- Pero bueno... ¿por qué has
tardado tanto tiempo en venir a verme? Pensé que me habías olvidado, llevas
meses sin pasarte por aquí. Mari rodea el mostrador y me abraza, sé que sabe lo
que ha ocurrido porque su nieta va a mi clase. Estamos un momento así,
abrazándonos. Escondo la cabeza en su cuello e inhaló su olor, siempre me ha
reconfortado. La conozco de toda la vida y siempre ha sido muy amable conmigo.
-
Hueles a flores como siempre.
Un día espero que me confieses que perfume usas.
Ella me mira con ternura y se ríe, llevo años pidiéndole el
nombre de su colonia y ella se niega a decírmelo
porque a una chica dulce como yo le va mejor una fragancia con olor a caramelo.
Hace años, trabajo en una droguería y cree que cada perfume está pensado para
un tipo de persona diferente.
Me entrega la lata y comienza a ordenar su quiosco no sin
antes desearme un buen día. Salgo de la tienda jugando con la chapa mientras
digo el abecedario como costumbre por el típico juego de ver cuál es la letra
de la persona que te quiere. Solo espero que no salga la R y busco a Sofía, que
espera junto a la parada mirando la pantalla de avisos para comprobar cuanto
tiempo queda para que llegue el número nuevo. Corro hacia ella y me alegro de
que haya salido una S al menos la suerte hoy se pone de mi lado. ¿Me tendrá
deparado algo el destino?
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